Ni tontas ni gritonas, las fans encuentran su sitio en la historia del feminismo: «La unión de las mujeres en un concierto de The Beatles tenía algo de despertar»

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De Lord Byron a Taylor Swift, un libro analiza cómo las ‘groupies’ han hecho avanzar la cultura pop: «Los conciertos dan gran libertad para las mujeres»

Diana, fan loca de The Beatles, se libra de una masa de chicas enfervorecidas como ella para intentar conocer a sus ídolos. Los británicos han aterrizado en Madrid para actuar en la plaza de toros de Las Ventas. Corre el año 1965. La joven seduce a un tímido botones para que le permita acceder a la habitación de la banda. Podría ser verdad, nos suena, pero no lo es. Diana es Penélope Cruz. El botones, Gabino Diego. La película, El amor perjudica seriamente la salud. Las fans, sin embargo, son completamente reales.

«A las fans se las define de dos maneras», explica Bea Martínez-Gatell, escritora y directora que, al contrario de lo que su nombre pueda sugerir, nació en Cambridge (Reino Unido), y enumera: «Como masa histérica o como acosadoras locas. Pero diría que es más exacto describirlas como una multitud irreflexiva que hace avanzar a la cultura pop y que es inconscientemente feminista».

Bea Martínez-Gatell, experta en el fenómeno fan, acaba de publicar el libro Swoon: Fangirls, Their Idols and the Counterculture of Female Lust – From Byron to The Beatles (en castellano Desmayo: fans, sus ídolos y la contracultura del deseo femenino – De Byron a The Beatles, aunque todavía no está disponible en nuestro idioma). A lo largo de sus páginas, explora seis momentos definitorios para el fenómeno fan en la historia de la literatura, el cine y la música, con paradas en Lord Byron, Franz Liszt, Rodolfo Valentino, Frank Sinatra, Elvis y The Beatles. «Algo que me sorprende muchísimo del fenómeno fan es que hay muchas similitudes entre cosas que pasaban en el siglo XIX y otras del XXI», explica la autora. «Taylor Swift pone pistas escondidas en sus canciones para sus fans. Lord Byron hacía algo parecido con sus poemas».

Lo que sí ha cambiado, en cambio, es la tecnología y la manera de conectar con las celebridades. Aunque Martínez-Gatell advierte de que no es oro todo lo que reluce: «Esa sensación que da Instagram de que conocemos a una estrella y podemos observar su vida es exactamente lo mismo que sentía la gente cuando leía los poemas de Lord Byron». Para ella, aquella «fue la primera vez en la que se pudo mirar dentro del corazón de alguien».

Mientras investigaba para escribir su obra, la británica se sorprendió de la influencia que esos grupos de chicas, las llamadas fan girls, ejercía sobre sus ídolos. Como cuando jovencitas seducidas por Leonardo DiCaprio como ella pusieron en órbita a un actor casi desconocido: «Él tuvo dos fases: la época Titanic y su salto a la seriedad trabajando con directores como Martin Scorsese. Más estrellas han pasado por esa misma transición». «Las chicas tienen buen gusto», sentencia. Pero la cosa no queda ahí: «Las mujeres estuvieron en el primer plano del nacimiento de la industria del entretenimiento. Fueron las lectoras las que popularizaron la novela. También estuvieron detrás del teatro popular. Y de alguna manera, también del cine. Había algo de entusiasmo en salir de casa por primera vez para ir a ver una película».

«La imagen negativa de las fans está bastante vinculada, en mi opinión, al miedo a la autoexpresión de la mujer, en el sentido de grupos de mujeres exaltadas», asegura, y pone el ejemplo de una persona nada ajena al fenómeno fan: el ex Beatle Paul McCartney. Cuando al compositor de Yesterday se le preguntó por la beatlemanía, contestó: «No se habla de estas cosas acerca de los fans del fútbol, ¿no?». Ella añade: «Los hombres se pelean y se pintan la cara y nadie se inmuta». «Incluso, en el siglo XVII los hombres se alborotaban en torno a Shakespeare, o en la era del swing se subían al escenario a coger las guitarras de los músicos. No solo se les define de manera diferente, es que de ellos se dice que son expertos que aprecian el arte».

La británica considera que su obra devuelve a las «chicas histéricas, gritonas y tontas» a su justo lugar en la historia del feminismo. «El cambio social sucede de muchas maneras, más allá de protestas. Estas mujeres jóvenes seguían a hombres que no eran los típicos héroes de su época, como Rodolfo Valentino o Frank Sinatra. Además, es importante el hecho de estar unidas como grupo, mostrando el poder colectivo. En su momento, la unión de las fans en un concierto de The Beatles fue, de alguna manera, un despertar feminista».

«Tenía algo de inquietud social, de ir más allá de quedarte en casa cocinando para tu marido. Esos grandes espacios de entretenimiento público constituían lugares en los que la mujer podía ser un poco más libre», añade. Para ella, las mujeres son responsables de las evoluciones que han hecho avanzar la cultura pop a lo largo de la Historia. «Me encantan casos como el de las fans de Franz Liszt que se volvieron musicólogas, o las hermanas Brontë, cuya escritura debe tanto a Lord Byron», dice. Este año, esos grupos de mujeres agotaron las 600.000 entradas de Bad Bunny en España en un día y estuvieron a punto de cancelar la actuación de la telonera de Gracie Abrams. Fans ha habido siempre y su poder, si bien se tranforma con el tiempo, permanece intacto.