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La vuelta ciclista francesa complicó el desarrollo del Festival de Jazz de Getxo, donde hubo conciertos extraordinarios de Marc Ribot y Dave Holland
El Tour de Francia partió desde tierras vascas, coincidiendo el fin de semana con la celebración del 46º Festival Getxo Jazz. No ha sido fácil la convivencia entre bicis y saxofones, complicando las llegadas y salidas de los músicos programados, que han visto cómo la capital vizcaína era asediada literalmente por la serpiente multicolor. Carreteras cortadas, accesos bloqueados, hoteles desbordados… El Tour de Francia amordazó al jazz, complicando igualmente la asistencia del respetable de las cinco jornadas de música luminosa y enérgica programadas. Pero la música acabó imponiéndose a la ley del pedaleo, registrando una de las ediciones más satisfactorias de los últimos años, desde el punto de vista artístico.
En su concurso europeo de grupos jóvenes se impuso el cuarteto francés del altosaxofonista italiano Giulio Ottanelli, un joven talento con un instinto compositor afilado y de mucha personalidad, apoyado en una revisión contemporánea del bebop. Luego, en el escenario principal del festival, el Muxikebarri, dos hombres recogieron todos los aplausos, el guitarrista Marc Ribot y el contrabajista Dave Holland. El primero desplegando una propuesta torrencial de música improvisada espoleada desde el free jazz y el punk, junto a los miembros de ese trío revolucionario Ceramic Dog, que forman un baterista con todos los ritmos, el baterista y percusionista Ches Smith y un multi instrumentista de mucha poesía sonora, el bajista Shahzad Ismaily. Presentaron parte del material nuevo registrado en su disco Connection, que en su traslación al directo es una descarga de adrenalina jazzística sin límite.
Y luego llegó Dave Holland, el contrabajista que un día amara Miles Davis y que anda de gira con nuevo cuarteto, en cuya delantera hay un saxofonista de soplo imaginativo y torrencial, Jaleel Shaw, y en su retaguardia un baterista de garantía, el contundente, pero fino Nasheet Waits, y una pianista con un fraseo único e imposible, Kris Davis, quien tiene una manera distinta de tocar su instrumento, y no por su feminidad, sino por puro talento. Tras un arranque donde se dieron los avisos (A new day), jazz contemporáneo conectado a una energía creativa singular, mediado el concierto la Davis prologó una amplia composición con un fraseo asfixiante y obsesivo, inquietante, que mostró todas las excelencias técnicas y expresivas del cuarteto, con un incombustible Shaw, un certero Waitts, una mágica Davis. Holland mientras tanto a lo suyo, sujetándolo todo con una pulsación rítmica erudita, y unos solos de emoción poliédrica.
El festival también contó con la guitarra amable de Al di Meola y las gargantas de Jazzmeia Horn y Kurt Elling; la primera es una cantante privilegiada, pero está en el entretenimiento y su talento se queda en algo impostado; el segundo sigue siendo el cantante masculino con más clase… y verdad vocal


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